viernes, 17 de diciembre de 2010

El Concepción y el Maderas


Cuentan los lugareños que quien come pescado rojo vuelve a la isla de Ometepe, y la verdad que no nos importará volver. Lugar bello donde los haya, y gente hospitalaria. La verdad que cuando nos dijeron que viviríamos en una comunidad indígena nunca pensé que la experiencia sería tan acogedora y emocionante. Me cautivo la alegría con la cual nos recibieron, música, bailes y como no, piñatas para los mas peques. Yo no puedo contar mi subida al volcán Maderas ya que era difícil así que preferí quedarme con la familia viviendo sus rutinas. Viendo aporrear frijol, cortando bananos, bebiendo y comiendo cocos y hablando mucho. Y gracias a eso nos vamos enterando de cosillas interesantes como que lo normal en la isla es que todos los jóvenes terminen sus estudios de bachiller y vayan a la universidad, haber si tomamos nota en España. Y estando en una isla con dos vistosos volcanes no podía dejar de preguntar si alguna vez han tenido que salir corriendo y dejar todo por que al dichosito volcán le diera por ponerse a tirar piedras u otras cosas peores, pero me dicen que hace muchos años que no tienen noticias de él por suerte.
De ometepe pocas malas se pueden contar, solo que es una isla y hay que llegar en ferry, con el consiguiente mareo por el viento y como vayas tarde a agarrar el barco te quedas unas horas mas en el puerto, una broma que no nos importaría por disfrutar algunas horas mas del lugar.
Destacar del lugar las artimañas utilizadas para no ser invadidos que se podría pensar en buques y cañones, pero no, aquí con algunas historias de miedo alejaron a invasores y saqueadores de lugares. Me contaron algunas como la de Chico Largo y La Chancha Bruja que me alegró la tarde de café y bollos.
Para finalizar esta entrada un poco atrasada por los acontecimientos del ranchón dedicársela a mi hermano pequeño Surya, niño especial donde los haya. Va por ti gordito.

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