lunes, 29 de noviembre de 2010

UNA CURA DE HUMILDAD


Salimos el martes para visitar comunidades productoras de café y cooperativas que se dedican al comercio posterior. Antes de marchar a la comunidad donde estaríamos varios días, hicimos una parada para conocer un poco la ciudad de Estelí y visitar una fábrica de puros.
Nuestra llegada a la comunidad fue muy tarde, las familias nos esperaban en el albergue que tiene la comunidad de Venecia. Nos esperan desde hace varias horas, allí estaban las familias de la comunidad de Venecia y San Jerónimo. Después de una breve presentación, nos repartimos con las familias y nos fuimos a cenar. De mi familia estaba la madre, Doña Eulalia, me dice en la cena que en la casa vive con su marido y tres hijos, uno de ellos con Síndrome de Down.
Nos montamos en el autobús que nos llevará a nuestra comunidad y soy el primero en bajar, tengo que caminar junto con Doña Eulalia por un camino un poco embarrado durante unos 15 minutos, sin luz, solo alumbrando con la linterna y cargado con la mochila y la garrafa de agua de 5 litros.
Al llegar a casa nos esperaba en la puerta su marido, Don Romeo, estaba un poco impaciente por lo tarde que era. Al entrar en casa estaba Mauldier de 15 años, que al verme se vino hacia mi y me abrazo, uno de esos niños que hace que las cosas sean mucho mas especiales.
Es una casa humilde, mejor dicho, muy humilde, un salón con suelo cementado, un televisor y algunas sillas de plástico y algunos sacos con maíz.  Una cortina tapa la entrada a la única habitación. Doña Eulalia lo primero que hace es prepararme la mosquitera en la cama para que me pueda ir a dormir ya que estoy muy cansado de tantas horas de viaje.
La habitación tiene el suelo sin cemento, una tierra oscura y compacta, y un pequeño banco de madera que utilizo para poner la mochila. Una gran cama en el medio con la mosquitera colocada y unas cortinas que dividen la habitación en dos, la parte donde yo dormiría y la parte donde dormiría la familia.
A la mañana siguiente conocí al resto de la familia Frander de 11 años y Jaricsa que era la pequeña de 8 años. Me miraban mucho, con una mezcla de sorpresa y recelo. Estuvimos un rato en la cocina charlando mientras que Doña Eulalia preparaba el desayuno y después de desayunar nos fuimos a ver el cafetal y el vivero, Romeo, Frander y Yo. El cafetal se encuentra a unos 7 km de la comunidad por unos caminos que solo puedes ir andando o en caballo, con unas pendientes que nunca imagine que existirían, opte por la opción de ir andando ya que solo tenían un caballo.
La conversación con Don Romeo fue larga e interesante, habla pausado, profundo, como aquellos grandes catedráticos, a pesar de solo tener estudios básicos, estaría horas y horas conversando y es lo que hicimos, el día y la noche dio para mucho mas que no puedo escribir ya que necesitaría cuatro blogs.
Como reflexión de todo lo vivido lo quiero resumir en una sola palabra DIGNIDAD.

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